Todas las ciudades del mundo poseen encantos arquitectónicos únicos, que las distinguen unas de otras y ofrecen esa singularidad que el turista busca para palparla, llevarla en fotos al regreso, conservarla en recuerdos detenidos en el tiempo.
La Habana posee símbolos eternos, como son el Castillo del Morro, con su vieja historia de custodio de la ciudad y guía de marinos. O el Capitolio Nacional, copia de su homólogo en Washington, al que se accede desde diversos puntos, sobre todo por una vía icónica: El paseo del Prado.
Bordeada por un Malecón que fue creciendo con el ensanche de la ciudad, La Habana es más que esos sitios que uno puedo ver y tocar. Y puede olerse a Cuba en la fragancia de sus frutas, del café y sus rones de viejo abolengo, y en los sabores de sus comidas criollas.
La Habana también es una ciudad para escuchar en su música que desde fines del siglo XIX fue conquistando el mundo, primero con la Habanera, cuyo ritmo se vinculó al primer tango e incluso al primer jazz.
Tierra del son, del cha cha chá, del mambo, el bolero, la guaracha y de otras formas musicales, Cuba es una isla poblada además por personas amables, extrovertidas y bulliciosas, con una intensa vida cultural que va de lo popular a lo culto y es mezcla de ambos.