El Chaltén es el destino de los viajeros intrépidos dispuestos a trepar paredes de granito y a caminar montañas atravesando bosques y sorteando ríos; a navegar lagos helados para sentir el crujido de los glaciares bajos los pies y a curiosear en sus profundidades azules.
Ubicado a 220 Km de El Calafate, en este paraje se combinan glaciares, lagunas escondidas, estancias, el Lago Viedma y la magnética presencia del Fitz Roy. La cima de su silueta inconfundible e imponente, se encuentra casi siempre cubierta por una nube que los tehuelches confundieron con humo, error que dio origen al nombre aborigen del cerro “montaña que fuma”.
En enero de 2006 llegue a esta localidad decidida a dejarme sorprender por este destino, poco promocionado, poco visitado, casi virgen en ese momento… Por ese entonces, estaba radicada en El Calafate por lo que era el momento ideal para pasar un fin de semana rodeado de naturaleza a sólo 4 hs de viaje.
El día no demostraba ser el mejor para comenzar la travesía de llegar hasta el campamento más próximo a la mole granítica. Llovía, mucho viento, frío…todo hacia el circuito más difícil, los senderos se inundaban, las horas pasaban y el Fitz Roy cada vez parecía más lejos. Pero lo logramos, el cielo se empezó a abrir, las estrellas se asomaban y por fin, luego de más de 8 hs de trekking, llegamos al campamento Poisenot, el último antes de llegar al Cerro.
Pasó la noche… una noche increíble, sin rastros de la tormenta que nos había desafiado: cielo negro, luna llena, estrellas fugases… no me olvido más de ese escenario ideal para descansar y esperar que el Sol del amanecer nos muestre al gran protagonista: El Fitz Roy.
Y así fue, a muy temprana hora el calor y la luz nos despertaron en la carpa. La suerte estaba de nuestro lado, el cielo estaba totalmente celeste despejado, sin una sola nube. Desde el campamento ya se asomaba esa maravilla. Pero aún nos quedaba un largo día por delante, teníamos que seguir escalando hasta llegar a lo más alto del cerro y luego bajar todo el trayecto antes que el sol nos abandone. Y así lo hicimos y lo logramos: pudimos estar frente a frente con esa mole granítica, rodeada de lagos turquesa escondidos entre cerros cubiertos por nieve.
Una experiencia única. Es un lugar que todos los argentinos debemos conocer. Es un paraíso y está en nuestro maravilloso país. Espero volver pronto para poder revivir esas sensaciones que siguen muy presentes en mí.